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jueves, 24 de marzo de 2011

Patagonia chilena: Aysen, ruta bien austral


En 1984, pobladores descubrieron las cavernas de mármol del lago Carrera

La XI Región de Chile es una isla dentro del país. En Chile, sólo se accede por agua o aire, desde Puerto Montt la Carretera Austral marca el camino. Bosques, cuevas de mármol, fiordos y glaciares.

Se escucha tronar, un bloque de hielo se desprende del glaciar Montt; miles de témpanos flotan por el fiordo y el canal Baker; el río Bertrand transporta 900 mil metros cúbicos de agua transparente por segundo; en Coyhaique llueve, y unos cuantos milímetros se suman a los 1.200 que caen cada año; un nuevo coigüe crece en el bosque caduco que tapiza las laderas del cerro Castillo; las truchas saltan en la calma turquesa del lago Carrera. Un día normal en la zona sur de Aysén, la XI Región de Chile.

Hace cincuenta años, ninguna ruta llegaba hasta estas latitudes. Los pobladores, herederos de la cultura tehuelche –y a la vez gauchos que tomaban mate, jugaban al truco y bailaban chamamé–, circulaban a caballo por senderos trazados por el uso o se movían por el archipiélago, entre fiordos y glaciares, con embarcaciones de madera de lenga o ciprés. Llevar ganado desde Puerto Ibáñez, en el valle homónimo y a pocos kilómetros del paso fronterizo Pallavicini, hasta la ciudad de Coyhaique, la capital regional ubicada 116 kilómetros al noroeste, podía demorar hasta dos meses.

Recién en 1976 se impulsó definitivamente la construcción de la Carretera Austral que la dictadura de Pinochet terminó de delimitar; en 1999 se concluyó el último tramo y finalmente Puerto Montt (Región de los Lagos) se conectó vía terrestre con Villa O’Higgins. Hoy, recorre 1.240 kilómetros, 800 dentro de Aysén. Sin embargo, esta ruta hacia el confín del continente está asfaltada tan sólo hasta la localidad de Villa Cerro Castillo, un pueblo de 800 habitantes situado a los pies de la montaña que comparte su nombre, a 72 kilómetros –de pavimento– desde Coyhaique.

La ciudad de Balmaceda (a 56 kilómetros de Coyhaique), aeropuerto oficial de la región, recibe dos vuelos diarios desde Santiago (que hace escala en Puerto Montt, donde se llena), y cada dos o tres días desde Punta Arenas. Parece mucho para una zona que tiene sólo 100 mil habitantes y es la más vasta en territorio del país. Pero todo tiene su porqué: desde el norte de Chile, Aysén es accesible sólo por agua o por aire. O por Argentina, claro. A esta altura, la cordillera ya no es el límite internacional natural sino el fin accidentado del continente que se hunde en el mar formando archipiélagos y fiordos. Desde este aeropuerto, mirando hacia el este, sólo 300 metros separan de la estepa argentina, casi en el límite entre las provincias de Chubut y Santa Cruz.

Aysén una usina de oxígeno, los turistas son responsables del cuidado del ambiente

Hacia el sur
Desde Coyhaique empieza el recorrido a través de la Carretera Austral hacia el sur de la región. A 50 kilómetros de allí, antes de que el Campo de Hielo Norte empiece a cubrir los picos de la cordillera, la Estancia Punta del Monte ofrece jornadas de turismo rural que arrancan bien temprano con el avistaje de cóndores. El campo de la familia Galillea es una usina de restos arqueológicos tehuelches y un espacio en donde las actividades de una finca patagónica están al alcance del turista: esquila de ovejas y alpacas, cabalgatas, arreo de ganado con perros y el infaltable cordero cocido a la cruz para degustar con la suavidad del cabernet sauvignon chileno.

Todavía quedan lugares en el mundo donde no hay señal de celular y los Blackberrys no reciben mails laborales. Suelen ser espacios con mucho horizonte y silencio, como los que se encadenan entre lagos y valles desde Coyhaique hacia Villa O’Higgins o Caleta Tortel, las dos terminaciones de la Carretera.

El ripio serpentea entre lagos, ríos y montañas hasta la siguiente gran parada, el lago General Carrera, y su primera puerta de entrada, Puerto Tranquilo. Pueblo rutero, este rincón al costado del segundo lago más grande de Sudamérica después del Titicaca (lago Buenos Aires del otro lado de la frontera), ofrece la constante postal del celeste del agua planchada, que, a los ojos, más que en la Patagonia hace sentir en el Caribe, pero con unos cuantos grados menos. Desde Tranquilo salen excursiones hacia el glaciar Exploradores, sobre el que se camina con grampones y, después del estrés de la caminata, se descansa con un whisky on the rocks, del Campo de Hielo Norte. Pero si hay algo por lo que se destaca este enclave turístico manso y en franco crecimiento, es por el paseo, ya sea en kayak o en lancha (eso lo determinará el tiempo), por las cavernas de mármol. A apenas unos minutos de navegación del muelle de partida, los islotes que decoran el lago invitan a pasar a su interior y conocer sus secretos. Paredes de mármol y cuevas de esta roca multicolor sirven de refugio para los navegantes. La paleta de celestes, porque el lago se funde con el cielo, la paz y el silencio abrumador hacen de estas cuevas un lugar mágico.

Es difícil nombrar cada río y lago que cruza esta carretera, tomaría el artículo entero. Pero quien se lance a recorrer el sur vecino tiene que saber que el agua acompaña el camino como un faro que marca cada puerto de llegada, aporta color y baña el valle estepario mixto (llueven 1.000 mm por año) donde echan raíces lengas, coigües y arbustos como el calafate, ñires, tepas y nalcas.

Los cóndores anidan frente al Valle de la Luna. En el horizonte, la Argentina

Próxima estación: pesca con mosca
El lago General Carrera tiene una angostura, y desde allí decide llamarse Bertrand, donde los glaciares Huemul, Huenul y Puentes aumentan el caudal que sigue hacia el Pacífico. Espacio ideal para la pesca con mosca, todo el bañado de este espejo de agua es custodiado desde los 4.058 metros por el cerro San Valentín, el más alto de la región. Cerca, el volcán Hudson amenaza desde su cráter, a 1.905 metros sobre el nivel del mar. En esta zona, tres lodges ofrecen paquetes de hasta una semana a pura pesca deportiva e incluyen actividades como canopy (tirolesa entre las copas de los árboles), canotaje, cabalgatas y escalada de los cerros vecinos.

La carretera coquetea, entra y sale de la cordillera hasta su tramo final, donde decide meterse directamente entre los cerros moldeados por el hielo y terminar frente al mar. Hoy en día, con los glaciares en retroceso, la escultura de las glaciaciones formó los fiordos que, como en Noruega, son ideales para la cría del salmón, y únicos para los amantes de la navegación.

Entre coigües y lengas, ciervos, pudúes, cóndores y alpacas

Pasarela al mar
Sin miedo al frío, pero sabiendo que la valija atesora suficiente abrigo, la siguiente parada es Caleta Tortel, una de las dos puntas de esta ruta patagónica. Previo stop en la ciudad de Cochrane para comprar provisiones y mandar el último mensaje de texto a la familia, para entrar a este pueblo que podría ser escenario de un cuento fantástico, lo mejor es alivianar el equipaje y, sin opción, dejar el auto estacionado a la sombra. Ubicada sobre el fiordo Baker y fundado en 1955 sobre el cerro Tortel, es una ciudad de calles que son pasarelas hechas de ciprés de las Guaitecas (islas del norte de la región) que exigen buenos pulmones para subir y bajar por los pasadizos. Pueblo pesquero y maderero, es el punto de partida para las excursiones embarcadas hacia los ventisqueros (lengua del glaciar que da al mar) Montt y Steffens y la Isla de los Muertos, que guarda el misterio de la muerte de toda una comunidad traída a principios de siglo XX a trabajar en la explotación del ciprés.

Los recorridos hacia el hielo son un paseo entre los fiordos. Con gorra contra el viento sur y una buena campera, es un viaje hacia lo desconocido, hacia una de esas pocas zonas de este planeta que siguen desiertas. La pausa corona el recorrido: se desembarca en una isla desde donde se mira hacia el ventisquero Montt, los anfitriones hacen el asado mientras témpanos flotan alrededor. Lo del whisky ya lo sabemos.

No hay tramo de esta ruta que no asombre con sus colores, no hay pueblo que no resulte amable ni actividad que no termine por ser purificante. Es tan cerca de Argentina que la tonada chilena se suaviza y la ronda de mate, acompañada de pan caliente, se disfruta al ritmo del chamamé o alguna rancherita. Es el Chile lejano, el que sobrevive el invierno con mucha leña y buenos guisos, que invita especialemnte entre septiembre y abril, y también cuando la nieve lo cubre. Igual que en el sur argentino, pero con el mar más cerca. Porque Patagonia hay una sola, y también tiene salida al Pacífico.

Kayak, una de las actividades principales en Aysén

Actividad ofrecida
Estancia Punta del Monte - www.puntadelmonte.cl
Avistaje de cóndores y asado típico, con traslados a Coyhaique, desde US$ 134.

Hacienda Tres Lagos - www.haciendatreslagos.com
Paquetes de pesca. 4 días, 3 noches, base doble, desde US$ 1.335.
5 días, desde US$ 1.640; 6 días, desde US$ 1.950.

Green Baker Lodge - www.greenbakerlodge.cl
Cabalgata hasta el Glaciar Nef. 6 noches, 7 días. Hay partes que se navega. US$ 1.450.
Kayak de travesía, 4 días de navegación. Noche en carpas y cabañas. US$ 1.400 en base doble, con comidas, equipos y tránsfer desde el aeropuerto de Balmaceda.

Patagonia Jet – www.patagoniajet.com
Excursión en el Jet Boat hasta el glaciar Leones. Full day, US$ 190.

Hostal Costanera (Puerto Tranquilo)
Excursión Catedrales de Mármol, US$ 12.
Trecking con navegación al glaciar Exploradores, US$ 80.
Paseo de día completo al glaciar Leones, con navegación y comidas, US$ 140.

Mariana Jaroslavsky (desde Chile)
Fotos: Perfil
Perfil - Turismo

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