• Quilmes - Buenos Aires - Argentina

lunes, 29 de marzo de 2010

Bogotá a la medida

Es fácil perderse entre las decenas de sitios turísticos y espacios renovados que vienen con el auge de esta ciudad. Por eso aquí una bogotana de nacimiento, una insider, nos cuenta los secretos de la ciudad, para que disfrute la Bogotá auténtica.



Recorra Bogota y alrededores con este video

Una vida cultural intensa: artesanías, teatro, música y poesía. El centro histórico se renovó (antes era peligroso) para convertirse en un espacio artístico y lleno de hostales, muy al estilo Valparaíso: casonas coloniales, calles estrechas con murales y esculturas y pasajes peatonales -como la avenida Jiménez / Eje Ambiental- donde conviven artistas y universitarios.

Junto a esta zona, llamada La Candelaria, están los edificios de gobierno. Por aquí circulan los "cachacos", bogotanos de antigua raigambre. Son fáciles de reconocer: con sus trajes oscuros y sus exagerados modales, parecen sacados de una película en blanco y negro. Lo "cachaco" también se vislumbra en el pequeño restaurante La Puerta Falsa (Calle 11 número 6-50), donde podrá comer un desayuno clásico bogotano: agua de panela con queso (bebida caliente de melaza y trozos de queso campesino adentro) y almojábanas (pasteles caseros).

Muy cerca está la casa de Rafael Pombo, el más reconocido poeta infantil de Colombia. Hoy convertida en fundación (Calle 10 con Cra 4), ofrece talleres de literatura y teatro que son dictados por actores caracterizados como sus personajes clásicos: Rin Rin Renacuajo y la Pobre Viejecita.

Caminando hacia el norte, llegará al Museo del Oro (Calle 16 número 5-41). Su restauración duró 10 años, así que es el nuevo orgullo patrimonial de los capitalinos. Sus salas modernas custodian la colección más grande de piezas de oro en el mundo. Era una visita obligada en el colegio, pero en su versión reloaded todos quieren conocer la nueva sala de La Ofrenda: un salón donde se puede experimentar la sensación de estar en una ceremonia mística como las que inspiraron la leyenda de El Dorado (martes a domingo de 9 a 18 hrs, $3.000, gratis menores de 12 años; domingo de 10 a 16 hrs., entrada gratuita).

La plazoleta el Chorro de Quevedo (Calle 13 Carrera 2), donde se presume que se fundó la ciudad, es el epicentro de la movida de los jóvenes y artistas bogotanos, el espacio hippie por excelencia. Se toma chicha de maíz y, en medio de ventas artesanales, la gente se sienta a escuchar cuentos y poesía al aire libre.

Un clásico también es el cerro de Monserrate, de madrugada o en la noche (el resto del día está repleto). Si sube a pie los 3.182 metros de altura se encontrará en el camino a deportistas y a peregrinos que lo ofrecen como un sacrificio. Si lo suyo no es el deporte ni la peregrinación, puede subir en funicular o en teleférico. Acá tendrá la mejor vista nocturna de Bogotá. Una vez arriba, no se pierda la comida bogotana (especialmente el ajiaco) de los restoranes San Isidro y Santa Clara. Y tenga cuidado si va con el novio: la tradición dice que quien entra al santuario de Monserrate en pareja no se casará. Mejor visite la basílica solito.

Bohemio
En las faldas de la cordillera oriental de Bogotá, donde hace unos años no se podía caminar de noche, hoy está el epicentro hippie-chic de la ciudad: La Macarena, restaurada, con casonas convertidas en lofts, galerías de arte, pequeños restaurantes (con tiendas de ropa alternativa) y recorridos en bicis vintage. Acá están el Museo Botero, el MAMBO y las Torres del Parque, construidas por Rogelio Salmona (apodado "el transformador de ciudades").

Escondido entre sus calles está el restaurante de Leo Cocina y Cava. Ella, Leonor Espinoza, es chef del Canal Gourmet, y su local, un secreto que se quiere conservar (aunque es uno de los mejores de Latinoamérica según las revistas especializadas). Su cocina es única. ¿La razón? Viajó durante dos años por todo el país descubriendo los secretos de la gastronomía ancestral, luego los fusionó con platos gourmet. Recomendado: el helado de Kola Román (una bebida fucsia y muy dulce que se toma en la costa caribe colombiana) con vainilla sobre rodajas calientes de plátano (Calle 27 número 6-72, reservar al 57-1 / 286 7095).

La Juguetería es un restaurante de comida colombiana (especialidad en parrillas), donde la inspiración son los más de 2.000 juguetes recolectados durante 7 años por sus dueños. Todo es hecho de juguetes: las mesas, los platos y los vasos. Sin embargo, no es un lugar para niños: su clientela -muy de elite- son ejecutivos y empresarios.

Gastronómico
La zona G está en el exclusivo barrio Los Rosales. Su oferta va desde Harry's, un bar cosmopolita, hasta Casa Vieja, un restaurante tradicional de comida colombiana. En La Cigale (Calle 69A número 4-93), su propietario, el chef François Cornelis, atiende personalmente. No es el típico restorán francés; su ambiente es más informal y sus platos son "a la minuta", con ingredientes frescos, comprados en pequeñas cantidades en ferias locales. Tiene una cava con 300 referencias para elegir el vino perfecto.

Si prefiere la exclusividad (es el único club dentro de la zona G) y la comida asiática (muy de moda entre los bogotanos), la mejor opción es Buda Gardens. Entre sus 50 socios hay empresarios y personalidades influyentes, como el presidente de Caracol (la cadena de radio más grande), el director estratégico del grupo Prisa, actores de moda y presentadores de noticias.

Para comer bogotano-bogotano tiene que ir a Club Colombia (Av. 82 número 9-11). No es parte de ninguna zona (G o T) pero definitivamente amerita ir. Insertado en el barrio Chicó -muy residencial-, una restaurada casa patrimonial resguarda el restaurante que unió los esfuerzos de los dos chefs colombianos más reconocidos: Leo Katz y Harry Sasoon. Espectacular la versión del ajiaco santafereño (el plato típico bogotano y muy diferente al ajiaco chileno, pues es una sopa espesa, hecha de tres tipos de papa, pollo y guasca, una hoja local). También es el lugar ideal para tomar en copa la clásica cerveza Club Colombia, creada en 1949 y elegida en 2008 la mejor cerveza del mundo.

Chic
Bogotá es conocida como una ciudad fría (aunque el cambio climático tiene a la ciudad con temperaturas récord de 26 grados). Para vestirse, piense en el equivalente a ropa de otoño en Chile: vestidos, leggins, botas y abrigos. En Bogotá la ropa es mucho más barata que en Santiago (casi el 50%). El mejor lugar para comprar: la zona T.

En la Calle de los diseñadores (Calle 82 Cra 11 a 14) encontrará las famosas carteras con mariposas de Mario Hernández y los tejidos en lana artesanal de Pepa Pombo. No se asuste: los precios son razonables.

Hacia el occidente encontrará pequeñas tiendas de diseño alternativo y muy trendy. Por ejemplo, se puede conseguir ropa con telas recicladas (Cra 13 entre calles 82 y 83).

La zona T también es reconocida por sus restaurantes y vida nocturna. Los pubs de cerveza artesanal y de martinis con frutos exóticos y de colores son los preferidos. El bar de moda: Pravda (Calle 83 número 12-20), es el punto de encuentro de los diseñadores, modelos y fashionistas de la ciudad. Para conseguir mesa, es recomendable llegar temprano y "tardear" -pasar la tarde- en su terraza. Si no lo logra, puede quedarse en uno de los múltiples bares de su estilo que se han creado alrededor.

Rumbero
En Bogotá no hay previas. La rumba empieza a las nueve y, si llega después de las diez, seguro no encontrará cupo en ningún lugar. La recompensa: terminará su jornada de 9 horas de rumba encima de la mesa, bailando entre botellas (porque en Colombia, el licor se pide en botellas).

Andrés Carne de Res de Chía (un pueblo a las afueras de la ciudad) es el mejor sitio de rumba de Bogotá. Ir a Andrés es un hito entre los bogotanos, a tal punto que la primera visita es conocida como el "el bautismo de la rumba". Nunca se olvida. Su éxito esta en el ambiente donde todos los detalles son divertidos y en que el ánimo de la gente se potencia con grupos de teatro que bailan y entretienen.

En su versión de Chía, a los más jóvenes les asignan las mesas de la tienda y de la barra del fondo, mientras al Presidente de la República, o a Juanes, los instalan en "El Trono", la mesa mejor ubicada, donde se baila sin estar tan apretado y dónde todo el mundo te ve. Hace poco fue inaugurado Andrés DC, en la zona T de Bogotá. Con una estética más industrial, tiene cuatro niveles: infierno, tierra, purgatorio y cielo. Allí van los candidatos a la Presidencia y las actrices de moda.

En los alrededores del Parque de la 93 (que en realidad es una plaza), encontrará las discotecas: Gaira (de Carlos Vives) para bailar vallenatos y Kukaramacara o El Sitio (con orquesta en vivo), donde se puede bailar de todo. No es raro encontrarse a un artista top cantando en la tarima.

Verde
Muy cerca de Bogotá el escenario se transforma. Todo es verde, rural y propicio para eco-aventuras. Para llegar, por la autopista norte o la Carrera Séptima, ármese de paciencia por el taco. Otra opción: coja el Tren de la Sabana, un tren turístico, con papayera incluida.

En la sabana encontrará pequeños pueblitos coloniales como Chía y Cota, donde puede comer dulces recién hechos como el merengón de guayaba o mazorca asada (choclo salado).

La Catedral de Sal de Zipaquirá es la protagonista. Después de descender 386 metros bajo tierra se llega a las 14 estaciones del Vía Crucis y a las tres naves, cada una de 13 mts de alto y una cúpula mayor. Todas las piezas son talladas en sal-roca.
De regreso a la ciudad, termine su viaje como todo bogotano, parando en el kiosko (Carrera 11, número 144-76) donde venden "las mejores empañadas de Bogotá": son fritas y con papa adentro. Créalo: saben mejor de lo que suena.
Nuevos HotelesCelebrities Suites es conocido porque sus habita- ciones están inspiradas en celebridades como Michael Jackson, George Clooney y Bob Marley (plan fin de semana para dos personas: 240 dólares más impuestos, Zona T: calle 74 #10-33 www.celebritiessuites.com). El Continental All suites (inaugurado el 11 de marzo) es un icono en la restaura- ción del centro histórico de la ciudad. Aunque conserva su fachada clásica, sus habitaciones son loft modernos (Avenida Jiménez con carrera 4. Telefóno 6063000. Tarifa por habitación doble 150 dólares más impuesto).

Mariné Moré Morera
Diario El Mercurio - Chile (Revista del Domingo)
Video: You Tube

sábado, 20 de marzo de 2010

Medio ambiente: dia mundial del agua


Cada día, dos millones de toneladas de aguas residuales se vierten en ríos y mares. El lunes, las Naciones Unidas concientizarán sobre la necesidad de conservar limpia el agua.

Ecuación. Según UN Water, tiene un costo mucho menor proteger los recursos hídricos antes que limpiarlos de la contaminación.

Que el principal recurso de nuestro planeta, del que dependen la vida y la continuidad de todas las especies, está en peligro no es ninguna novedad. Y aunque la conciencia por cuidar las grandes reservas de agua –que ocupan el 72 por ciento del total de la superficie terrestre– crece sostenidamente, las Naciones Unidas decidieron, hace 18 años, darle una visibilidad aún mayor a ese llamado.

Es por ello que el 22 de marzo es el Día Mundial del Agua, destinado a que las naciones generen actividades relacionadas con la conservación y el desarrollo de esos recursos hídricos. La resolución se tomó tras la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, que se celebró en Mar del Plata en 1992.

Allí también se determinó que, cada año, el trabajo se enfoque sobre una problemática particular. Este 2010 es el turno de la calidad del agua. Bajo el lema “Agua limpia para un mundo sano”, las instituciones coordinan seminarios y difunden documentales y actividades. Así, “reafirman que el agua limpia es vida, y que de la calidad del líquido vital depende que personas y ecosistemas se mantengan saludables”.

Según el último estudio comandado por la UN Water, la calidad de los recursos hídricos se ve amenazada cada vez más seriamente por la contaminación, aumentada en forma exponencial durante los últimos 50 años. Se estima que más de 2.500 millones de personas en todo el planeta viven sin un sistema adecuado de saneamiento, y que cada día, dos millones de toneladas de aguas residuales y otros efluentes son drenados hacia las aguas potables de todo el mundo. El problema más grave está en los países “en vías de desarrollo”: en ellos, más del 90% de los desechos sin procesar y el 70% de los desechos industriales terminan en los lechos de agua.


Cuidado consciente
“Resulta mucho más barato proteger los recursos hídricos que limpiar tras la contaminación”, puntualizan los funcionarios de Naciones Unidas. “Es por ello que dedicaremos este día a pensar que la protección del medio acuático asegura que los servicios que provienen de allí como la pesca, la recreación y el turismo, entre otros, sigan siendo posibles y sustentables”, dicen.

En las cuencas hidrológicas de la cadena montañosa Catskill, en Estados Unidos, es de donde se alimentan los suministros de agua potable de la ciudad de Nueva York. Allí, ejemplifica UN Water, por efecto de las actividades agrícolas desmedidas en la región, la calidad del agua disminuyó drásticamente durante los años 80. Pero en lugar de construir una gran instalación para tratar las aguas que abastecen a más de 9 millones de usuarios, “se adoptó un enfoque integrado de gestión para que cada propietario de las tierras de la zona pudiera tratar correctamente el agua”, detalla el informe. En Brasil, se elaboró un plan similar en la cuenca del río Paraná, que abastece el agua para la región de San Pablo, una de las más pobladas de América latina. Hoy se está reforestando.


Entre todos
Asusta, pero es cierto: según los expertos, para el año 2025 se calcula que dos tercios de la población humana tendrá algún tipo de restricción frente al agua dulce. En algunas regiones, más del 50% de las especies están en peligro si esto no se revierte. La responsabilidad recae en todos; por lo que desde las medidas más básicas -como no utilizar más agua de la que realmente se necesita- hasta las más complejas son bienvenidas.

Para más información sobre qué es necesario hacer, se puede visitar www.unwater.org/worldwaterday

Fuente: Perfil
Imagenes: Web

domingo, 14 de marzo de 2010

Canadá : Las mil caras de Toronto

Maravillas a la vuelta de la esquina: la sede del Royal Ontario Museum, diseñada por Daniel Libeskind

El centro económico de Canadá es también una de las ciudades más étnicamente diversas de Occidente, toda una sorpresa para el viajero desprevenido. De los coloridos barrios de inmigrantes a la más moderna arquitectura, demasiado para ver

Después de casi una semana preguntando a medio mundo (o por lo menos a gente llegada desde medio mundo), Fatos Pristine es el primero en dar una definición clara de esta ciudad canadiense. Si hasta parece levemente molesto por lo obvio de la respuesta: "Toronto es... ¡esto!", dice el enérgico inmigrante albanés, de cincuenta y pico de años, y agita los brazos mirando a su alrededor.

Esto es Cheese Boutique, lugar al que todo amante del queso sin limitaciones presupuestarias debería ir ya, esta misma tarde, si puede: un gran local en Ripley Avenue, Toronto, uno de los mercados gourmand más completos del mundo, un increíble templo que concentra lo más rico de todas partes, desde quesos, obvio (pidan ver el provolone de 400 kilos), hasta dulce de leche; lo que se le ocurra.

Así que Fatos tiene razón: la ecléctica selección de Cheese Boutique representa bien el multiculturalismo de la anglohablante Toronto, ciudad que se enorgullece de albergar pequeñas y grandes comunidades de inmigrantes de hasta 150 países, cuyo nombre significa lugar de encuentro en la lengua de los aborígenes hurones. Su lema lo dice todo: La diversidad, nuestra fuerza.

Hoy, en particular, es sábado al mediodía y la tienda del albanés invita a un festival argentino (iniciativa de su encargado de relaciones públicas canadiense, pero hijo de un matrimonio porteño). No es otra cosa que un informal agasajo a clientes, amigos y vecinos, con asado, vino y postre de dulce de leche, musicalizado con tango y una pareja de bailarines en vivo entre pósters de las cataratas del Iguazú y el glaciar Perito Moreno.

Repasemos: un albanés experto en quesos italianos que reside en Canadá y prepara asado argentino para su elenco de invitados de un buen número de combinaciones raciales. OK: así es un sábado al mediodía en Toronto.

Quien dude de Fatos o sospeche que es sólo un caso aislado, no tiene más que salir a las calles de esta sorprendente ciudad. Que empiece, por ejemplo, por Little India, Little Portugal, por el distrito griego o por uno de los dos barrios italianos, o que haga un tour por las iglesias ortodoxas rusas. Si prefiere la cultura china la cosa será más complicada: sin contar el área suburbana, Toronto tiene tres Chinatown (uno, en lo que fue el tradicional barrio judío, a metros de donde se concentran miles de inmigrantes centroamericanos y caribeños). Toronto parece uno de esos parques de diversiones organizados en sectores temáticos con escenografía al tono, pero con gente real en lugar de empleados-actores.

La ciudad de cristal

Bajo tierra y desde el aire
Capital económica y ciudad más poblada de Canadá, Toronto tiene 2,5 millones de habitantes, algo más que la mitad que Buenos Aires, con otros tres millones en los alrededores. Según cifras no oficiales, la mitad de esta gente nació en algún otro país y emigró sobre todo a partir de los años 60. Hoy no resulta fácil encontrar canadienses de más de dos generaciones en esta tierra.

Eduardo, por ejemplo, es ecuatoriano, de Cuenca, y llegó a Toronto en 1972. Ahora es guía turístico y pinta en términos muy simples el papel de las colectividades en la ciudad: "Los indianos (sic) son choferes de taxi; los escoceses, bomberos; los irlandeses, camioneros; los mexicanos recogen fruta; los italianos y portugueses trabajan en la construcción", recita, fuera de broma. Sin embargo, aclara que de los miles de extranjeros que prueban suerte cada año en la ciudad, una mayoría no resiste y vuelve a su país de origen. "No soportan el infierno", explica con un acto fallido que, ups, corrige rápido: "¡No! Quiero decir el invierno, el in-vier-no! ¡Perdón!"

Y sí, el invierno puede ser un castigo. Aunque no tan fría como otras partes del país y con un verano templado, Toronto baja hasta -30°C en diciembre y enero, con un promedio de -5°C. Complicado, particularmente para un latino.

Pero el problema del frío generó justamente una de las cosas más hot de lo que hay que conocer en esta ciudad: el Path, 27 kilómetros de túneles mayormente bajo los rascacielos vidriados del corazón financiero. El Path es el mayor shopping subterráneo del mundo y conecta cincuenta edificios de oficinas con cinco estaciones de metro, 1200 negocios, seis grandes hoteles y veinte estacionamientos, para que la vida continúe aun cuando afuera todo se ha congelado.

Accesible por el Path, el gran templo de esta Crystal City es la Allen Lambert Gallery, diseñada por el valenciano Santiago Calatrava. Similar a la nave de una fantástica catedral, es una de las más características postales de la Toronto moderna o más bien futurista. Aunque con una curiosidad: en su interior contrasta la fachada de un edificio del siglo XVIII, trasladado allí dentro, piedra por piedra, desde su locación original a unas cuadras.

Tan fundamental como conocer los corredores bajo tierra de Toronto es irse al otro extremo y subir unos 500 metros por un veloz ascensor. Así se llega al observatorio de la Torre CN, una de las construcciones más altas del mundo y gran emblema arquitectónico de Toronto. La CN Tower duplica en altura al rascacielos más encumbrado del Downtown, por lo que la visita permite un claro panorama de cómo se despliega la urbe junto al inmenso lago Ontario. La vista es espectacular, pero en días de mucho viento (que no son raros) hay que soportar la oscilación de este gigante: sí, se nota que la torre se mueve. Los fanáticos, por cierto, pueden instalarse en el piso del restaurante giratorio para, entre la entrada y el postre, tener un impresionante panorama de 360°.

Después de conocerla desde abajo y desde bien arriba, lo que queda es salir otra vez a la superficie. En ese sentido, cuando la temperatura lo permite (en especial de mayo a octubre), se trata de una ciudad muy caminable. Desde el centro financiero, donde está la CN Tower, basta con andar unos minutos para encarar por Yonge, extensa e hipercomercial main street de Toronto. Desde allí se puede girar hacia Queen Street West, para sentir la Toronto más joven y alternativa (ahí están los diseñadores, los bares, las disquerías que aún sobreviven y hasta el canal de televisión Much Music). O se puede tomar Church Street, por donde desfila la comunidad gay; o por la elegante Bloor Street, como para volver al hotel cargando grandes bolsas con logos muy conocidos; o hacia Cabbagetown, reservorio de casitas victorianas.

Pero supongamos que no hay tiempo más que para un barrio de Toronto. Entonces, quizás, ese debería ser el viejo, pero siempre joven, Kensington Market. Más aún en los últimos domingos de junio, julio y agosto, días en que sus principales calles se cortan al tránsito y el barrio es un colorido mercado con música y puestos de comida étnica, del Caribe a Oriente, como en una versión alternativa y anárquica de la Feria de las Naciones. El colmo de Toronto.

Musical en dos actos: de ópera italiana a hip hop sijista
Si la idea es conocer Toronto a partir de su música, difícilmente una ópera italiana en el Four Seasons Centre For The Performing Arts parezca un punto de partida obvio. Sin embargo, funciona. Al fin y al cabo, para el turista el espectáculo no pasa por el escenario, sino por el público y el edificio en sí, en la esquina de Queen y University, un barrio más bien bohemio de la ciudad. Inaugurada en 2006, la sala respeta la estructura de un teatro clásico, con cinco pisos, pero la resuelve con un diseño ultracontemporáneo y mucha madera, un símbolo canadiense. La acústica es increíble y uno puede sentirse cerca de Cio-Cio-San y Pinkerton incluso desde la butaca más lejana, lo que equipara las cosas entre los que pagan 320 dólares y los que pagan 70.

La mitad de los aficionados se parece al público de ópera en cualquier otro lado. La otra mitad no: mucha gente joven, mucha producción chic descontracturada. Antes de la función, varios se sientan en unas gradas e incluso en el suelo del hall a escuchar una charla introductoria al mundo de Puccini. En el intermedio, todos corren a buscar una copa de vino por 10 dólares en media docena de barras.

Podrían escribirse tomos sobre el multiculturalismo de Toronto, pero es más fácil resumirlo de esta forma: es una ciudad en la que después de la ópera se puede cenar en un restaurante del barrio portugués atendido por una moza rusa junto a un pequeño mercado coreano. A pocas cuadras, escaleras arriba, en The Mocambo, mítico reducto de música en vivo inaugurado en 1946, hay una fiesta hip hop con artistas... sikhs. Sí, rap de la India, para unos 200 inmigrantes o hijos de inmigrantes sijistas en Toronto, todos con sus barbas y turbantes, y brazaletes. El número principal de la noche, un tal Humble The Poet, hace temblar el piso. Fin del show, taxi al hotel, con chofer nigeriano.

Ciento por ciento Chinatown

No hay que perderse...
AGO & ROM
Tras una multimillonaria reforma a cargo del arquitecto local Frank Gehry, en 2008, la Art Gallery of Ontario (AGO) se transformó en una obra de arte en sí misma, digna de conocer incluso más allá de su valiosa colección de 4000 piezas. Las grandes estructuras de madera en el frente y en cada escalera, por ejemplo, merecen una visita.

Igualmente impactante es la sede del Royal Ontario Museum (ROM), en este caso con el proyecto de otra celebridad: Daniel Libeskind. Acá, el concepto es historia natural & cultura, es decir desde dinosaurios hasta artes decorativas.
www.ago.net / www.rom.on.ca

The Distillery
Buen lugar para perder medio día: un predio de varios edificios de ladrillo a la vista donde, a mediados del siglo XIX, comenzó a funcionar una próspera destilería. Hoy es un rojizo complejo peatonal de restaurantes cancheros, tiendas de diseño, ateliers de artistas y un local de alquiler de Segway (vehículo eléctrico y futurista para transportarse de pie sobre una plataforma con dos ruedas paralelas). www.thedistillerydistrict.com

Mercado de St. Lawrence
El atractivo de este sitio es obvio: casi nada mejor para conocer una ciudad que explorar sus más tradicionales mercados de comida. Aunque también tiene su cuota de suvenirs, en el St. Lawrence Market, desde hace 200 años bien en el centro de la ciudad, el fuerte son los alimentos: carnes, lácteos, verduras. Todo impecablemente presentado en stands que, en definitiva, dan cuenta de la pulcra idiosincrasia local. El ritual habitual para los entendidos es comprar un sándwich de peameal bacon (de la pierna del cerdo) y comerlo en la barra de Carousel Bakery o en las mesas de la terraza, cuando se puede aprovechar el sol.
www.stlawrencemarket.com

El pasado, encerrado por Calatrava

Datos útiles
Dónde dormir
En pleno centro, el Intercontinental Toronto Centre tiene habitaciones desde 199 dólares canadienses, más impuestos. 225 Front Street West.
www.ictc.ca

El cambio
Un dólar canadiense equivale a 0,96 centavos de dólar norteamericano y a algo más que 3,7 pesos argentinos

Compras
Vaughan Mills es un centro comercial de outlets. Está fuera de la ciudad, pero es fácil llegar porque tiene un servicio de ómnibus gratuito desde la estación central del tren, en distintos horarios. Además de las grandes marcas y los buenos precios, la particularidad es la sección outdoors, con artículos de camping, caza y pesca, una debilidad canadiense

Cataratas del Niágara
La clásica excursión desde Toronto es visitar las cataratas del Niágara, en el estado de Ontario junto a la frontera con Estados Unidos. En tren es un viaje de dos horas, que puede costar unos 40 dólares canadienses (ida y vuelta). Una vez en las cataratas, lo típico es hacer una corta navegación hasta casi bajo la caída del agua. También se puede recorrer unos túneles en la roca, con salidas justo detrás de las cataratas, o sobrevolar el lugar en helicóptero, por 118 canadienses

Más información

www.seetorontonow.com

Daniel Flores (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: Daniel Flores/TOURISM TORONTO

domingo, 7 de marzo de 2010

Hostels de europa: viaje para compartir

The Circus

Los albergues siempre fueron accesibles, pero se los restringía a los mochileros. Sin embargo, Hostelling International, la agrupación que reúne cuatro mil establecimientos en ochenta países, está invirtiendo millones para atraer familias, abuelos y hasta ejecutivos.

Living comunitario. Fiel a la idea de que es un espacio para compartir y disfrutar sin acartonamientos, en el Urbany de Barcelona un huésped no se priva de templar los acordes de su guitarra, mientras otros leen.
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Casi tres décadas después, aún recuerdo con una claridad abrumadora mi primera vez en un albergue de la juventud. Lo que según mi libro de viaje era un albergue “histórico” en un “castillo” irlandés resultó ser una torre que se caía a pedazos sin calefacción, con pisos de piedra y colchones enmohecidos. En ese momento, juré que nunca más me hospedaría en un albergue.

Sin embargo, luego de haber escuchado persistentes versiones acerca de cómo habían evolucionado los albergues en los últimos años, conservando sus típicos precios accesibles, decidí intentarlo nuevamente, sólo que esta vez en lugar de ir con un atractivo mochilero, me llevé a mis hijas. Algo temerosa, fui al albergue London Central.

“¿Nos van a dar sábanas y colchas, no?”, preguntó mi hija Harriet de 17 años. “Por favor, decime que hay televisión”, dijo Florence, de 13.

“Por supuesto”, contesté, sin certeza. Pensé si no deberíamos estar vestidas con poncho y mochila al hombro, en lugar de llevar la valija con rueditas.

Stratford Upon Avon (Youth Hostels Association)

Al llegar, nos encontramos frente a un edificio moderno y elegante con ventanas de vidrio. Yo creí que tenía la dirección equivocada, a pesar de que había leído que YHA Ltd. había invertido US$ 8,4 millones en renovar este albergue cerca de Regent’s Park. Parecía demasiado bueno para ser cierto. ¿Dónde estaban las paredes descascaradas? ¿Y la ropa mojada colgando de las ventanas? ¿Cómo era posible que no hubiera un estudiante borracho desmayado en la entrada? En lugar de todo eso, cuando entramos al hall principal, me quedé absorta admirando el mapa luminoso gigante del metro londinense y a un hombre muy atractivo que salía del ascensor con su maletín.

Me quedé shockeada al encontrarme con una habitación que parecía un catálogo de decoración con sillones coloridos y mesas blancas.

Una de las paredes estaba decorada con fotos gigantes de imágenes típicas de Londres: el buzón rojo, el cartel de Oxford Street, la cúpula de la Catedral de St. Paul’s, etc. Colgados del techo, había varios televisores de pantalla plana y uno de ellos pasaba la filmación de una fiesta en el mismo albergue. Florence estaba fascinada. En un rincón, había un ciberbar muy bien equipado y moderno. En mi época, la mayoría de los albergues no permitían el consumo de alcohol. Dos mujeres mayores con peinados a la moda y anteojos rectangulares tomaban algo en una mesa mientras que en otra, había una familia jugando a las cartas. No había un solo poncho a la vista. La mayoría de la gente que estaba allí eran jóvenes bohemios con jeans de tiro bajo a quienes no parecía importarles la presencia de padres y abuelos.

Ibamos a pagar 89 libras la noche (US$ 140) por una habitación para cuatro personas con baño privado. “Me encanta este lugar”, dijo Florence. En el mundo de los albergues urbanos modernos, poco importa si tu habitación apenas cuenta con una cama marinera, un baño sencillo (sólo una ducha) y un pequeño armario sin perchas. Las habitaciones compartidas son minimalistas pero elegantes, con sillones y mesas de tipo escandinavo.

Para compensar la carencia de comodidades, los albergues suelen contar con un bar de estilo ecléctico, un ciber abierto las 24 horas, city tours grupales, DJs, música en vivo y karaoke, cocinas para hacer su propia comida o un restaurante. La idea es ofrecer a los viajeros oportunidades para socializar dentro del albergue.

Los albergues en toda Europa han sufrido una importante transformación en la última década. “El movimiento de albergues ha mejorado considerablemente”, dice Johan Kruger, director de Comunicaciones de Hostelling International, un consorcio de asociaciones de albergues para la juventud en más de 80 países que opera más de 4 mil albergues. “Aunque en los albergues siempre ha existido el dormitorio compartido, los viajeros cada vez más demandan habitaciones sencillas o dobles con baño privado”, dijo Kruger. En 2008, Hostelling International creció un 14%

“También hay una tendencia de personas en viajes de negocios que hoy se hospedan en albergues”, especula Kruger y piensa que les atrae la parte social del albergue a diferencia del ambiente más sobrio de los hoteles.

San Francisco - Downtown (Hostelling International)

Según Duncan Simpson, director de Comunicaciones de YHA Ltd., una organización de albergues juveniles en Inglaterra y Gales, afiliada a Hostelling International, “hace 10 o 15 años se asociaba a los albergues con zonas rurales en donde paraban caminantes y mochileros.

El nuevo proyecto de YHA en Londres (la renovación del albergue de St. Pancras a un costo de US$ 1,5 millones) pretende apelar a otro mercado que ha crecido significativamente: el familiar. Cuenta con habitaciones diseñadas para familias, con Wi Fi en los salones comunes, un restaurante abierto desde las 7.30 am hasta las 10 pm y hasta cunas para bebés.

Tim Hierath, uno de los cinco dueños del albergue Circus en Berlín fundado hace 10 años, también ha notado un cambio de clientes: “Más allá de los estudiantes mochileros, también recibimos a profesionales urbanos, familias, gente de negocios e incluso mayores solitarios”.

El atractivo principal para la mayoría de los turistas es probablemente el precio. Las habitaciones grupales con baño compartido cuestan desde 19 euros por noche, mientras que una habitación individual con baño privado cuesta 50 euros. Los departamentos de uno o dos ambientes cuestan 85 y 140 euros, respectivamente.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre un albergue y un hotel barato? “Un albergue es un lugar con espíritu comunitario”, dice Hierath. El ambiente facilita que la gente se conozca, se hagan amigos y sigan viaje juntos. Los empleados ayudan a los huéspedes a alquilar bicicletas y recomiendan tours de lugares fuera de los circuitos habituales o incluso entradas para el teatro.

Los albergues urbanos son muy populares, pero cuando el movimiento comenzó hace 98 años, su objetivo era promover la exploración de zonas rurales. En 1912, Richard Schirrmann, un maestro alemán, abrió el primer albergue en Burg Altena en el valle del Rin –aún funciona–. En las dos décadas siguientes, se construyeron 12 albergues más y se creó la Federación de Albergues Juveniles (hoy Hostelling International), en 1932.

Burg Altena Hostel

Por lo general, los europeos empiezan a alojarse en albergues desde muy jóvenes. Las colonias de vacaciones son para niños de 11 a 18 años. Van a albergues cuando terminan el secundario y luego, como yo, dejan de hacerlo. Sin embargo, el año pasado, la mayor cantidad de reservas en la página de Hostelling International provino de Estados Unidos.

En promedio, la asociación de albergues en Inglaterra y Gales recibe alrededor de 35 mil estadounidenses al año, lo cual los convierte en el cuarto grupo más grande después de los alemanes, los franceses y los australianos.

“Creo que la mayoría de la gente, cuando crece y gana más dinero, prefiere quedarse en hoteles”, dice Linda, de 63 años. Para algunos, la seguridad es un factor importante y los albergues son seguros, ya que las puertas cierran después de cierta hora y siempre hay alguien en recepción las 24 horas. Según Abbey Rose, de Chicago: “Cuando te quedás en un albergue, no te sentís sola”.

Sin embargo, algunas cosas nunca cambian. Luego del happy hour en Circus, los huéspedes de treinta y pico empiezan a abandonar el bar, reviviendo sus años mozos, tambaleándose por las escaleras. Es posible que los clientes sean mayores, pero no más sensatos.

Mientras tanto, en Londres, mis hijas y yo estábamos acurrucadas en nuestras cómodas camas marineras a las 11 de la noche después de cenar en Chinatown y de caminar por Leicester Square. Charlábamos en la oscuridad, sin la televisión interrumpiéndonos, y comencé a planificar nuestro próximo viaje, quizás a Cracovia, en donde cada habitación del Albergue Deco tiene el nombre de una actriz famosa o al Albergue Urbany en Barcelona, un albergue ecológico recientemente inaugurado con una terraza para tomar sol, o al Oops!, cerca del Barrio Latino de París, decorado con empapelados originales.

Las posibilidades parecen interminables. Prometí que nunca más me volvería a hospedar en un hotel. Y aunque estoy segura de que en algún momento romperé esa promesa, lo cierto es que en los tiempos que corren tiene sentido mantenerla.

Urbany Barcelona Hostel

La brújula
Hostelling International Argentina
Florida 835 P.B. Tel. 4312- 9219
www.hostels.org.ar/
En 2012 cumplirá 100 años de vida.

Youth Hostels Association (Inglaterra y Gales):
www.yha.org.uk.

Urbany Barcelona Hostel
Av. Meridiana 97 - Barcelona
www.barcelonaurbany.com

The Circus
Rosenthalerstrasse 1
Berlín; www.circus-berlin.de
info@circus-berlin.de

Burg Altena Hostel (Fue el primer albergue del mundo)
Fritz-Thomée-Str. 80, Altena
jh-burg-altena@djh.wl.de

Jennifer Conlin
The New York Times / Travel
Traducción: Paula Natalia García
Fotos: Web

lunes, 1 de marzo de 2010

El Cairo, la reina del Nilo

Vista de El Cairo

Historia, modernidad y vida nocturna en un recorrido de lujo por la increíble capital de Egipto

Latif, el guía, habla perfecto en español, aunque con exceso de diminutivos. "Detrás de Keops, Kefrén y Micerino hay otras seis pirámides, bien chiquititas ", explica. Todo debe parecerle ínfimo ante los grandes bloques de piedra gastada y sólo exagera un poco cuando habla del acoso de los vendedores ambulantes que, al final, no resulta tan molesto. Para el resto, la pequeñez.

"Fuimos los primeros borrachitos ", dice en broma cuando muestra, dentro del Museo Egipcio de El Cairo, el espacio para ofrendas que se dejaba junto a las tumbas. Allí se colocaba agua, comida y también cerveza, que la inventaron sus antepasados, al igual que el vidrio, la sierra de metal y la navegación con vela.

Es difícil imaginar otro museo del mundo con las reliquias tan a mano. Polémico para los conservacionistas, permite conocer a fondo hasta las texturas, porque la mayoría de los sarcófagos puede tocarse.

Sí están blindadas las vitrinas de Tutankamón. Sus joyas se encuentran en un salón exclusivo, dedicado a este joven faraón que, si bien no había sido glorioso en sus días de mandatario, alcanzó la fama en el siglo XX por el buen estado de su tumba.

La Piedra Rosetta conforma otra de las historias distinguidas; en el museo hay una réplica, ya que la original está, para variar, en manos británicas. Con manuscritos del siglo II a.C., fue hallada en 1799 y permitió las primeras traducciones del jeroglífico, ya que ofrece la misma inscripción -una sentencia de Ptolomeo V- en tres tipos de escritura. En jeroglífico se escribía para Dios, en demótico para el pueblo y en griego para los funcionarios de gobierno.

Después de estar cara a cara con Tutankamón (o con su máscara dorada), uno comienza a encontrarse en El Cairo. El museo se ubica en el centro moderno , frente a la plaza Tahrir, rodeada de "los únicos semaforitos (sic) que se respetan en la ciudad", indica Latif. El caos de tránsito en Egipto es casi tan famoso como Cleopatra. Los conductores apuntan a los transeúntes en lugar de esquivarlos, de manera que para cruzar las avenidas no es mala idea aceptar los servicios de la policía turística . Vestidos de blanco, sus agentes se lanzan al asfalto, a los gritos y con silbatos, para convencer a los conductores de cederles el paso a los extranjeros.

Decenas de uniformados mayormente con bigotes escudan también los hoteles de lujo, construidos frente al Nilo para ofrecer la mejor vista de la ciudad. Además del ir y venir de las falucas (pequeños barcos de vela) se aprecia el desorden urbano de color arena, miles de antenas de televisión satelital y, por las noches, los barcos-restaurante iluminados por luces de neón. Desde los pisos más altos se distinguen las pirámides de Giza.

Prevalece en Egipto un turismo de alta gama diseñado para jeques y petroleros, acostumbrados a un servicio personalizado, con tres empleados por habitación en promedio.

Mercado de Khan El-Khalili

El ruido y la calma

El poder de un hombre en la región puede medirse en la cantidad de guardaespaldas que lo rodean. Esa idea surgió cuando, por ejemplo, bajó al lobby del Four Seasons el hermano del presidente sirio, encapsulado por diez escoltas. El hombre armó revuelo al acercarse a saludar a su hijo adolescente, rodeado por otros siete custodios, un poco menos formales pero del mismo tamaño XL. Los escoltas de ambos se entrelazaron en una coreografía bien ensayada, aunque con protagonistas algo irascibles.

Casi todos los hoteles tiene detectores de metales, pero caminar por las calles es, a pesar de las bocinas, seguro y muy placentero. Los paseos más típicos son por las veredas arboladas que bordean el río. Por ellas se llega hasta el atractivo sector triangular formado por la plaza Tahrir, Abdeen y Bab El Hadid, que contiene, algo derruidas, las construcciones art déco que le dieron el mejor apodo a la ciudad: la París del Nilo.

También se puede llegar hasta el centro en subterráneo. Hay que bajarse en la estación Sadat, la misma del museo. Existen sólo dos líneas de metro, pero serán seis en unos años, cuando finalice la ampliación considerada uno de los proyectos de infraestructura más importantes del siglo XXI. Es tan ambiciosa la obra que las autoridades la llaman la cuarta pirámide , con algo de autobombo.

La línea 3, prevista para 2020, atravesará el barrio islámico y las zonas coquetas del Norte, pasará por debajo del Nilo y llegará hasta Imbaba, una de las regiones más populares de una ciudad con 18 millones de habitantes. Los subtes van colmados en las horas pico, pero se puede viajar sin problema hasta tarde (cierran a medianoche) y los dos primeros vagones de cada tren son exclusivos para mujeres.

Café del Fishawy

Cuerpos, lámparas y cantos
"Agüita... ¿Quién quiere agüita?", ofrece Latif en la combi, de camino hasta la Ciudadela de Saladino, punto clave en el llamado Cairo Islámico. Desde la ardiente autopista se ve la Ciudad de los Muertos, cementerio integrado literalmente a la urbe: ahí mismo, dentro de los panteones o en casillas sobre las tumbas, viven más de 300.000 personas. Esta necrópolis es un claro exponente de problemas habitacionales que el Estado ya ha reconocido, construyendo, por ejemplo, una escuela primaria dentro del cementerio.

La mezquita de Mohammed Ali está en lo alto de la ciudadela y se distingue desde casi toda la ciudad. Construida a imagen de las grandes mezquitas de Estambul, el interior de sus cúpulas resulta imponente, por sus 365 lámparas. El lugar no es un museo, pero recibe a mayoría de turistas, que lo recorren descalzos o con bolsas de nylon que envuelven sus zapatillas. Las mujeres, además, no pueden llevar los hombros al descubierto, de manera que en la puerta reciben unos turbantes verdes, no demasiado aristocráticos.

Los guías aprovechan la comodidad de la alfombra para narrar detalles de las costumbres musulmanas en el país. Latif cuenta que la marca negrita o marroncita en la frente de muchos hombres indica su grado de religiosidad, justamente por el tiempo que pasan con la cabeza sobre el piso, rezando.

Desde los minateres (torres) de la mezquita, que superan los 80 metros, señores conocidos como muecines llamaban a la oración. Ahora lo hacen a través de altavoces y es en esta zona donde más se escuchan, por la gran cantidad de centros religiosos. Es un sonido muy característico de la ciudad, ya que las llamadas se realizan cinco veces por día.

Allah Akbar, Allah Akbar , comienzan los cantos, repitiendo que Dios es grande . El uso de los altavoces ha generado polémica en los últimos años, ya que las llamadas se escuchan muchas veces a destiempo y con voces no tan hermosas como en otras épocas, cuando los muecines eran elegidos por su tono y melodía (antes, incluso, se buscaba que ciegos realizaran esa tarea, para que no espiaran desde las torres).

Hay que tener en cuenta que la primera llamada es antes del amanecer y los parlantes son poderosos. Ante eso, el gobierno se ha esforzado desde 2006 en sincronizar los cantos, instalando en varias mezquitas sistemas que retransmiten las llamadas, más entonadas, desde una única estación central.

Ciudadela de Saladino

Callecitas y callejones

En el sector islámico está también el interminable bazar Khan El-Khalili, repleto de camisetas de fútbol desteñibles, camellitos en todas las formas posibles, objetos en plata, oro y marfil, galabeyas (túnicas), telas, especies y suvenires. Es uno de los mercados orientales más famosos en el mundo, sobre todo por la forma de sus callejuelas, arcos y portales, que lo han convertido en una especie de museo islámico al aire libre.

Es imperdible incluso para quienes se hartan rápidamente del regateo, que pueden esperar en lugares como el Café del Fishawy, bar con más de doscientos años de historia donde se suelen encontrar escritores, poetas y músicos, además de turistas. En el lugar hay un espacio dedicado al premio Nobel Naguib Mahfouz.

En los cafés se fuma en shisha , que es la pipa a base de agua que en otros países se conoce como narguila . Y se oye música árabe, mayormente egipcia o libanesa; para distinguirlas, la segunda cuenta con voces más fuertes y profundas, porque los cantantes suelen ser montañeses. En todos los casos repiten mucho habibi (mi amor), una síntesis de su color romántico.

Para las noches, los principales bares y restaurantes están junto al Nilo. Hay espectáculos de lunes a domingos, por algo se considera a El Cairo como la capital cultural del mundo árabe . Incluso se ve casi el mismo movimiento de noche que de día.

Una opción de salida son los baladi , bares que muchas veces llevan la palabra coffee en su nombre para disimular que venden alcohol. Un buen sitio para fumar en shisha o tomar tragos junto al río es Sequoia (al final de la calle Abdu El Feda), o grandes hoteles como Ramses Hilton, que en su piso 30° ofrece música en vivo, para completar en lo alto una jornada de ensueño, repleta seguramente de anecdotitas.

Pirámides de Giza

Negociar con poco margen
Ahmed Hamza es un hombre de negocios. Su tarjeta dice antiques, aunque sólo vende postales y fotos viejas en un pequeño local del mercado Khan El-Khalili. Lo conocimos en alguna de las vueltas en calesita por las callejuelas, que siempre derivan en las mismas esquinas, menos cuando uno quiere irse. Pero no es tan difícil ubicarse. Por eso, después del almuerzo, decidí ir a ver sus postales, avisándole de antemano a una compañera de viaje: si me perdía, debían empezar a buscarme por ahí.

Ahmed propuso que subiéramos al primer piso para revisar más cajas de fotos y cerró, desde adentro, su local con candado. Todos recomiendan no seguir a los vendedores hasta sus oficinas u otros locales, para no perderse en las callejuelas y, sobre todo, no sentirse obligado a comprar. Pero ya estábamos en el primer piso junto con otro hombre enorme que leía tranquilamente el diario. Cuando Ahmed sirvió té con hojitas de menta supe que estaba perdido: no iba a poder salir de ahí sin comprarle algo.

El regateo no fue sencillo. Cuando intenté volver atrás con la operación, Ahmed me convenció con un "estamos haciendo negocios, volvé a sentarte". Por suerte, había unas postales interesantes de principios del siglo XX que estaban en una caja de saldos y serían un buen regalo en Buenos Aires.

Llegué al punto de encuentro antes de que empezaran a preocuparse. Había experimentado una compra que, con el té ya servido, puede tener complicaciones.
Las tres moles

Son escaleras para que el alma del faraón suba al más allá. Son tumbas que los mandatarios hacían construir durante décadas. Cien mil obreros trabajaron cuatro meses al año -cuando el Nilo estaba crecido y la gente no podía continuar con su rutina agrícola- en la construcción de la mayor de las pirámides de Giza, dedicada a Keops. El predio abre de 8 a 17. La entrada cuesta unos 8 euros, y 21 si uno quiere conocer el interior de la principal. Hay una yapa magnífica: la Gran Esfinge, con su nariz rota por el ejército de Napoléon. Y camellos para dar un paseo único.
Un valle con pasado de océano

Para Osama Ibrahim, la teoría de Darwin es apenas una versión. "No puedo pensar que el hombre viene del mono, cuando fue creado por Dios", aclara el joven. Su comentario puede pasar inadvertido en un país religioso como Egipto, pero lo curioso es que él, además de geólogo, es el guía de Wadi al Hitan, un gran campo de arena donde hace 40 millones de año había... ballenas. Osama se ocupa de explicar a los visitantes por qué se encontraron aquí cuatro esqueletos completos de estos mamíferos, que representan uno de los registros principales en la historia de la evolución de las especies: la transformación de un animal terrestre en uno acuático. En el mundo occidental señalan a Wadi al Hitan, que significa el Valle de las Ballenas, como el lugar que mejor permite explicarlo.

Aquí se conservan vértebras petrificadas que, hasta 2004, no tenían protección. "Se rompían o eran robadas", cuenta. El lugar crece como atracción turística en las afueras de El Cairo (200 km al Sur), ya que además de ver los restos paleontológicos sobre la arena ofrece internarse en el desierto occidental y está en dirección al oasis de Al Fayum, otro fuerte polo de atracción.

Piramide de Keops

Datos útiles
Cómo llegar
Air France . La compañía vuela de Buenos Aires a El Cairo con escala en París. Tarifas: clase turista, desde 1845 dólares (impuestos incluidos); premium turista, desde 4530, y business, desde 5065

Paquetes
* Biblos Travel lanzó una propuesta premium de 10 noches que incluye El Cairo, Sharm el Sheik (ambos en Four Seasons) y un crucero desde Aswan hasta Luxor, con vuelos domésticos, tasas e impuestos incluidos. Desde 3600 dólares (sin aéreos). Informes: 5031-7777, biblos@biblostravel.com

Más información
  • Sitio oficial de turismo en Egipto, www.egypt.travel
  • Agenda nocturna, en Egypt Today ( www.egypttoday.com )

Martín Wain (Enviado especial)
La Nación - Turismo
Fotos: Web