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lunes, 5 de noviembre de 2007

Nueva York: otoño en Manhattan

No existe la temporada baja en Nueva York. Aunque la temperatura descienda, los atractivos son los mismos tanto en la célebre isla como en sus otros cuatro distritos, Queens, Brooklyn, Bronx y Staten Island. Una ciudad donde la única rutina es la permanente transformación

Un horizonte irregular de rascacielos que de lejos parecen juguetes estáticos, pero que por dentro guardan a millones de impacientes neoyorquinos. Esa vista de moles de hormigón es una de las primeras imágenes que se viene a la mente ante la palabra Manhattan, una ciudad que parece construida para caber dentro de una postal.

Pero mirar una postal no es lo mismo que ser testigo y parte de ese paisaje. Testigo, cuando uno se aleja y lo contempla de lejos. Parte, al acercarse y caminar, diminuto, entre las torres imponentes. Nueva York ofrece muchas alternativas para que el visitante reproduzca con su cámara la foto que adorna todos los souvenirs. Desde puentes, barcos, islas y los propios edificios, la ciudad puede ser vista desde diferentes perspectivas.

Empire State, el clásico
El más clásico mirador de Manhattan es el Empire State Building, de 102 pisos, que fue el más alto de Manhattan hasta que se contruyeron las Torres Gemelas, en 1970, y lo es nuevamente luego de que cayeran en 2001. Aunque dejará de serlo cuando se termine de construir la Freedom Tower, en Ground Zero, donde solían estar las torres.

El Empire State queda sobre la Quinta Avenida y 34 St., bien en medio del Midtown. Tiene dos miradores, uno en el piso 86 y otro observatorio en el último piso, el 102, con una vista de 360°.

El problema con el que se topan muchos visitantes es el de las colas: una para seguridad, otra para comprar la entrada, otra para subir al ascensor. La visita al edificio puede tomar unas dos horas. El lado positivo es que está abierto practicamente todo el día: desde las 8 de la mañana hasta las 2 de la madrugada. La entrada cuesta alrededor de US$ 18, más 15 adicionales si se desea subir al observatorio del piso 102. También hay disponible un pase express (alrededor de US$ 45) para pasar primero y evitar todas las colas.

Top of the Rock, lo nuevo
Sin batir récords de altura, hoy la opción más popular para observar la ciudad es la del Top of the Rock, en uno de los edificios del Rockefeller Center, en 48 St. y 51St.). El mirador, construido en 1933, fue recientemente reabierto. Está ahí, en pleno corazón de Manhattan, y la entrada se ubica a la derecha de la famosa pista de patinaje sobre hielo del mismo complejo. Entre las 8.30 am y las 11 pm los ascensores se disparan hasta la cima del GE Building, donde los pisos que van del 67 al 70 tienen negocios, presentaciones multimedia sobre la historia del complejo y, claro, decks de observación con espectacular vista hacia los cuatro costados de la ciudad, 260 metros arriba del pavimento.

Desde ahí se ve todo: desde las copas de los árboles en el Central Park, pasando por los rascacielos del centro hasta el río Hudson, en el extremo sur de la ciudad. Las entradas salen US$ 17,50 para adultos, US$ 11,25 para menores de 12 años y US$ 16 para mayores de 62 años.

The View, cóctel en mano
Para una vista glamorosa, el hotel Marriott Marquis, en Times Square, es un sitio imperdible a la hora de ver Manhattan desde el cielo. En el piso 48° está The View, un bar y restaurante giratorio que permite contemplar, sentado a una mesa, cóctel en mano, los edificios del centro neoyorquino.

Una servilleta de papel hace las veces de guía, señalando cuáles son los edificios que uno observa a medida que todo gira, muy lentamente. Los precios son bastante razonables, teniendo en cuenta la ubicación y el servicio. Son US$ 7 de entrada. Los tragos rondan los US$ 14 y un buffet libre cuesta US$ 17 por persona. Si bien está abierto todo el día, si uno no quiere hacer cola para entrar, lo mejor es evitar el horario cercano a las 9 pm, cuando la gente sale de los teatros de Broadway.

Puente de Brooklyn, colgado
Otra forma de ver la ciudad es de costado, alejándose un poco del bullicio céntrico. Las alternativas son variadas, sobre todo si uno está en la zona sur, cerca de Wall Street. Al este de Ground Zero está el City Hall Park. Desde allí se puede tomar la senda peatonal para subir al puente de Brooklyn, uno de los puentes colgantes más antiguos del país. En menos de media hora se está sobre el río Hudson. A la derecha, se ve el colgante Manhattan Bridge, que también conecta el centro con Brooklyn. A la izquierda, un panorama perfecto del lado sur de la ciudad, con sus edificios y la histórica zona portuaria del South Street Seaport. De día o de noche, es una vista como para derrochar megapixeles sin culpa.

Staten, Liberty y Ellis
Desde Battery Park salen diferentes embarcaciones que conectan con las zonas residenciales del otro lado del río. Una de ellas es Staten Island, a través de un ferry que parte cada media hora, con intervalos más cortos durante las horas pico. El objetivo principal es trasladar a laboriosos habitantes de la urbe desde sus oficinas a sus casas y viceversa, pero a su vez es un excelente paseo turístico. Y gratis. Son 25 minutos de ida, y 25 minutos de vuelta en los que, aun en horas pico, cuando la embarcación viaja cargada de alrededor de 4000 personas, se puede ir sentado y cómodo, observando bien de cerca los puentes, los edificios y las islas que rodean la ciudad.

Una de esas islas es la Liberty Island, donde desde hace 120 años, brazo en alto, mirada al frente, está la Estatua de la Libertad. El 9-11 también tuvo su impacto aquí: luego de los ataques las visitas al interior de la estatua fueron suspendidas por razones de seguridad, ya que no se podían garantizar las salidas de emergencias necesarias en caso de evacuación. Cuestión que la espectacular vista de Manhattan es ahora propiedad exclusiva de la estatua, en tanto que los visitantes ya no podrán repetir aquella célebre frase de Woody Allen: La última vez que estuve adentro de una mujer fue cuando visité la Estatua de la Libertad . Pero sí se puede bajar a la isla, apreciar la estatua de bien cerca, visitar un museo y subir 24 escalones hasta el pedestal en el que se apoya el monumento.

Tras la escala en Liberty Island, el ferry sigue su recorrido hacia Ellis Island, la isla a la que solían arribar las hordas de inmigrantes europeos y de otras partes del mundo antes de ser autorizados a pisar suelo estadounidense. Desde 1990 funciona allí un museo que es de los más interesantes de la ciudad. Desde el mismo lugar en el que a los inmigrantes se los sometía a exámenes e interrogatorios se puede ver la ciudad tal cual la veían los ellos. Los edificios no eran tan altos como hoy, pero siguiendo los pasos de la audioguía (US$ 6) uno logra ponerse en el lugar de esa gente pobre e ilusionada, que luego de semanas de travesía marítima debía esperar días y días en la isla antes de poder ingresar en el país, o no.

El ferry a la Estatua de la Libertad y Ellis Island sale cada media hora y cuesta US$ 12 para adultos, 10 para mayores de 62 años, 5 para menores de 12 y es gratis para menores de 3. Incluye la entrada a ambos museos. Es importante ir por la mañana, ya que entre los controles de seguridad, las paradas y las visitas, se puede tardar hasta 5 horas en conocer bien ambos lugares. Con el fin de evitar colas y de asegurarse una entrada para al pedestal de la estatua, se recomienda reservar los pasajes con antelación en www.circlelinedowntown.com , si se planea ir antes del 31 de diciembre; o en www.statuecruises.com , si la idea es ir más adelante.

Gente, autos, ruidos y luces que se encienden. Por dentro, Nueva York es un conjunto de movimientos cardíacos. De lejos, la ciudad está quieta, como una escenografía de teatro. Pero algo se percibe cuando se la observa desde afuera. Algo que no se entiende y es parecido a la sumisión y el suspiro, a saber que enfrente hay un gigante que nos abre la puerta de su casa.

Datos útiles
Top of the Rock
www.topoftherockny.com

Empire State Building
www.esbnyc.com

Marriot Marquis
www.marriott.com/hotels/travel/nycmq-new-york-marriott-marquis-times-square/

Staten Island Ferry
www.siferry.com

Ferrys a Ellis y Liberty Island
www.statuecruises.com
www.circlelinedowntown.com

Estatua de la Libertad
www.statueofliberty.org

Newark Liberty, la otra puerta de entrada
Sólo el año último, más de 43 millones de personas visitaron esta ciudad, que de hecho es la única en Estados Unidos en la que los números del turismo no se achicaron a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Y, por supuesto, un buen número de esos viajeros llegó aquí en avión. Algo posible gracias a que la región cuenta con no uno sino tres grandes aeropuertos: John F. Kennedy y Fiorello LaGuardia, en Queens, y Newark Liberty, que en realidad queda del otro lado del río Hudson, en el estado de Nueva Jersey.

Quizás el de Newark sea el nombre menos familiar para el pasajero argentino, aunque, inaugurado en 1928, haya sido el primer aeropuerto en el área y el principal durante muchos años. Pero sólo en la última década retomó verdadero protagonismo frente a sus vecinos, tan transitados por los pasajeros que salen de Buenos Aires (JFK, como lugar de llegada; LaGuardia, para conexiones domésticas).

El regreso con gloria se dio a partir de la estrategia de Continental Airlines (la cuarta aerolínea norteamericana en importancia y la quinta en el mundo) de convertir Newark en su hub o gran nodo de operaciones, junto con el de Houston, desde donde vuela sin escalas a Buenos Aires.

Una década atrás la compañía, junto con las autoridades de Nueva York y Nueva Jersey, inició un multimillonario plan de inversiones para convertir al aeropuerto en la estación internacional que hoy es, moderna, eficiente y estadísticamente más rápida (por ejemplo, en cuanto a procesos de check in y migraciones) que JFK y LaGuardia.

La reinvención de Newark fue parte de la estrategia de posicionamiento de Continental como la aerolínea de Nueva York. Hoy es la compañía con más vuelos hacia y desde la ciudad, y controla el 80% de los aviones que despegan y aterrizan en las pistas de Nueva Jersey, incluyendo nuevas frecuencias a la India y Grecia, sólo por nombrar las últimas incorporaciones, y el récord de 575 vuelos semanales a México. Objetivos cumplidos que la empresa celebró la semana última con una gran fiesta en la Biblioteca Pública de Nueva York entre copas de champagne y celebridades.

En helicóptero
Para el viajero de negocios, Newark ofrece un servicio especialmente atractivo a la hora de ahorrar tiempo, algo difícil cuando se trata de enfrentar el inagotable tráfico terrestre de Nueva York y sus alrededores. Ante las tortuosamente lentas filas de coches por las autopistas que conectan los aeropuertos con la ciudad, la Terminal C de Nueva Jersey cuenta con la alternativa de un servicio regular de helicóptero que tarda apenas ocho minutos (como máximo) en aterrizar con ocho pasajeros en pleno Wall Street o en el centro de Manhattan, a la altura de la calle 34.

Al tema del tiempo hay que sumarle, claro, el beneficio de volar sobre la Estatua de la Libertad y encarar Manhattan con una espectacular vista de sus rascacielos. Una experiencia que hasta puede hacerse demasiado corta para el pasajero.

La tarifa del viaje en estos Sikorsky S-76, de US Helicopter (única línea de helicópteros con vuelos programados en Estados Unidos), parte de los 150 dólares, lo que es bastante conveniente si se recuerda que el mismo trayecto en un coche de cierta categoría ejecutiva cuesta alrededor de los 100 dólares.

Pero para los pasajeros de Continental (con la que US Helicopter tiene código compartido) en clase business first (clases J y D) la ventaja es mayor: el traslado al helicóptero es gratis.

Para los viajeros argentinos, cabe recordar que Continental no tiene vuelo directo entre Buenos Aires y Nueva York, sino que hace escala en Houston. No obstante, según Zane Rowe, ejecutivo responsable de las rutas de la aerolínea, la capital argentina "está marcada en rojo", como prioridad para una nueva ruta directa, cuando reciba los nuevos 787-8 y 787-9 Dreamliner encargados a Boeing.

En cuanto a los traslados en helicóptero, rige una restricción en el equipaje a sólo una valija y un bolso de mano. Quienes no tomen el helicóptero, en cambio, cuentan con un tren cada veinte minutos para ir de Newark Liberty a Penn Station, en Manhattan, por un ticket de 11 dólares.

Bloomberg apuesta fuerte al turismo
El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, se muestra decidido a explotar al máximo el potencial turístico de su ciudad. Luego de lanzar la megacampaña de marketing Ask the locals (Pregúntele a los locales), con celebridades como Robert DeNiro asociadas a una imagen más amable del neoyorquino medio, Bloomberg acaba de presentar Esto es New York City, primera campaña multimedia global para promocionar la Gran Manzana.

La meta del alcalde es que en 2015 este de por sí atractivo destino reciba a 50 millones de turistas. Para esto, This is New York City prevé una inversión de 30 millones de dólares en publicidad gráfica, televisiva y vía pública en cuatro continentes.

Para acompañar la iniciativa, en Internet, el sitio de información turística de New York City &Compañy ( www.nycvisit.com ) fue totalmente renovado.


La Gran Manzana anda sobre ruedas
Nueva York, cada vez más amigable con los ciclistas, tiene 40 kilómetros de carriles exclusivos
"No se asusten: los autos saben que hay bicicletas así que van a frenar. Pueden andar tranquilos. ¡Vamos!" Las palabras de Jesse son claras y tranquilizadoras. Pero mientras comenzamos a pedalear nos preguntamos cómo será andar en bicicleta por Nueva York donde, a diferencia de otras ciudades de Estados Unidos, taxis, buses y peatones disputan su lugar en el pavimento como guerreros hambrientos. Por suerte es domingo a la tarde y las calles están vacías.

Jesse es uno de los guías de Bike the Big Apple, una empresa que organiza diferentes tours guiados en bicicleta por la ciudad. El nuestro es bien urbano: durará cuatro horas y media, y pasará por el East Village, Battery Park, el Puente de Brooklyn, el Distrito Financiero, Chinatown, Little Italy y el SoHo. Partimos de la calle 17 y 3ra, Avenida, cerca de Union Square, equipados con cascos y chalecos, pero en realidad no hay mucho que temer: antes de arrancar, Jesse nos muestra el New York Cycling Map, donde se indica qué calles tienen sendas para bicis, cuáles poseen un sendero exclusivo y en cuáles hay que andar con más cuidado.

Los proyectos para hacer que la Gran Manzana sea más amigable con los ciclistas avanzan: ya hay cerca de 40 kilómetros de carriles exclusivos y pronto será posible pedalear tranquilo por todo Manhattan.

Cada tanto paramos y Jesse nos explica algunas historias de las calles y edificios que nos rodean; por ejemplo, que la Quinta Avenida fue históricamente codiciada porque estaba lejos del río Hudson, ya que cuando la ciudad fue fundada, el río era fuente de olores y contaminación, muy distinto de lo que es hoy, cuando los departamentos con vista al agua se cotizan en millones.

Bici en mano, cruzamos a pie Washington Square, con su aquelarre de personas, y retomamos el pedaleo hasta llegar a Christopher Street, donde está el bar Stonewall Inn., icono de la historia de los derechos de los gays en Estados Unidos. Después paramos frente a otro bar, que a primera vista no nos dice nada, pero Jesse nos cuenta que es el que se usó como fachada de Central Perk, el famoso bar de la serie Friends.

El camino sigue hacia el sur de la isla, atravesando Battery Park City, una zona no tan frecuentada por los visitantes de la Gran Manzana. Un área que creció como espacio residencial luego de la caída de las Torres Gemelas, que solían ser el corazón de la zona. Hoy, el valor de los edificios con parques verdes y una vista privilegiada del río Hudson roza los 10 millones de dólares, según Jesse. No compramos ninguna propiedad y nos conformamos con recorrer los parques y luego enfilar hacia la zona de Ground Zero, donde estaban las torres. Avanzamos paralelos al río, mientras el sol se derrama sobre Nueva Jersey, y tras pasar delante del World Financial Center, frenamos al lado de una dársena con yates lujosos y miramos un atardecer de portarretrato, con ferries y barcos de vela que cruzan el horizonte.

Ya es de noche y nos abrigamos para seguir adelante. Después de atravesar el Battery Park llegamos al Puente de Brooklyn. Sobre los carriles por los que pasan miles de autos, hay un sendero doble mano para peatones y bicicletas. Es una subida que dura menos de 10 minutos. Este es el único momento de la bicicletada en que se requiere un ligero esfuerzo físico. Vale la pena. Mientras avanzamos en dirección a Brooklyn no tenemos idea de lo que estamos dejando detrás. Nos enteramos cuando llegamos a la mitad del puente colgante y nos damos vuelta: Manhattan iluminada no deja lugar a palabras. Por un momento muy breve creemos entender de qué se trata Nueva York.

Después volvemos hacia la ciudad, en bajada, sin pedalear. Casi sin darnos cuenta, ya estamos en el Centro Financiero.

Seguimos con rumbo norte. Llegamos a Chinatown y a Little Italy, con sus restaurantes de pastas, y el antojo es inevitable. Ya estamos en el SoHo y Jesse nos cuenta acerca de ese barrio de fábricas que hoy es uno de los más caros del mundo, y acerca de las boutiques, donde ricos y famosos hacen citas para que los locales se cierren al público y ellos puedan comprar ropa sin que nadie los moleste. Y llegamos otra a vez a la zona de Union Square.

Con la vista desde el Puente de Brooklyn como plato fuerte, el recorrido fue una manera original y divertida de conocer la zona del Downtown en Manhattan.

En grupo e independiente
Entre los tours, una de las opciones es Bike the Big Apple ( www.toursbybike.com ). Los precios van desde 65 hasta 90 dólares por persona, según el tour que se elija

Otra opción de tour guiado es la de Bite of The Apple Tours ( www.centralparkbiketour.com ), cuyo fuerte son los recorridos dentro del Central Park. Los tours salen US$ 40 por persona y parten 3 veces por día, de lunes a domingo.

También se puede alquilar en los locales que figuran en mapas y guías de turismo. Bite of The Apple Tours cobra US$ 20 por dos horas, 25 por tres horas, y 40 por todo el día. Pedal Pusher Bike Shop ( http://pedalpusherbikeshop.com / ), en 2da. y 69, a cinco cuadras del Central Park, cobra US$ 6 la hora y hasta 25 por todo el día.

Tres imperdibles neoyorquinos
La bohemia de Brooklyn
Del otro lado del East River, en Brooklyn, a sólo una parada de subte de Manhattan por la línea L, está este barrio bohemio, donde viven muchos artistas, diseñadores, músicos, escritores y estudiantes. La vida tranquila, los autos y las casas de distintos colores contrastan con la opulencia de la Gran Manzana. Muchas bicicletas y algún skate se suman a los medios de transporte. En las paredes hay murales, graffiti, y no es raro encontrarse con alguno que esté siendo pintado en el momento.

El circuito comercial no es demasiado amplio, se extiende sobre todo por las calles Berry y Bedford, entre la Sexta Norte y la calle Grand. Boutiques con diseños propios, hallazgos vintage, tiendas de accesorios, de objetos de decoración, galerías de arte y puestos callejeros que ofrecen ropa, collares y cuadros, todo de segunda mano. Cuando el clima lo permite, los bares, restaurantes y cafés acomodan mesas en la vereda, ideales para sentarse a descansar un rato, ver la gente pasar y respirar un poco de ese aire de cambio. Más allá de esas cuadras no hay muchos más negocios, pero si las casas y la vida de barrio cosmopolita.

Chelsea Market
Dentro de un enorme edificio de ladrillos en el Meat Packing District se encuentra el Chelsea Market, en parte de lo que una vez fue la fábrica National Biscuit Company (Nabisco), donde se hornearon las primeras galletitas Oreo. En esta suerte de paseo de compras gourmet se puede adquirir insumos de gastronomía, comida para llevar, observar el proceso de elaboración de los productos a través de las vidrieras, y resulta una buena opción para almorzar. Hay negocios especializados en café, vino, flores, langostas vivas, helados, panes, frutas, y muchos son proveedores de restaurantes. El T Salon ofrece una enorme variedad de tés e infusiones. Una curiosidad son los tes florecientes (3 por US$ 6): unas pequeñas bolitas hechas con hojas secas de té verde que esconden una flor en su interior. Cuando se vierte sobre ellas el agua caliente, se abren y reviven los pétalos. Pero el efecto no es instantáneo, hay que esperar un ratito. En el local, que tiene las paredes cubiertas de frasquitos, funciona un bar y en el fondo hay mesas que reciben la luz de una gran ventana.
www.chelseamarket.com

Gramercy Park
Uno de los mayores encantos del recientemente reinaugurado Gramercy Park Hotel es que los huéspedes reciben una de las preciadas llaves para ingresar al último parque privado de Nueva York, el Gramercy Park, celosamente reservado a los residentes de la zona. Y aunque para el resto de los mortales, confinados a mirar desde las rejas, el espacio entre barrote y barrote deja ver poco y nada, vale la pena acercarse hasta este rincón de la ciudad.

Se puede entrar en el hotel para ver la ecléctica decoración del lobby y de los dos bares contiguos, con obras de artistas del siglo XX, como Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat. La inspiración es renacentista, opuesto del minimalismo: colores como el bordó o el azul, mucho terciopelo, una araña de vidrio veneciano soplado a mano, techo de madera de ciprés, una alfombra con motivos del siglo XIV, e iluminación teatral. Donde termina la Avenida Lexington, este hotel abrió por primera vez en 1925.

Por los cien barrios neoyorquinos (Horacio de Dios)
No todo es Manhattan; también los vecinos distritos de Queens, Brooklyn, Bronx y Staten Island tienen mucho para explorar

Es tan importante que Liza Minnelli necesitó repetir su nombre para cantarle: New York, New York . El primero por el estado y el segundo por la ciudad, que muchas veces se confunde con sólo uno de sus distritos: Manhattan. Pero es un error, porque Manhattan es sólo uno de los cinco boroughs que la componen junto con Bronx, Brooklyn, Queens y Staten Island.

Manhattan es el corazón de la Gran Manzana, pero no todo el fruto. Por ejemplo, muchos neoyorquinos famosos nacieron en Brooklyn, de Donald Trump a Rudolph Giuliani, sin olvidar a George Gershwin, Barbra Streisand, Lou Reed, Woody Allen y el hotelero fashion Ian Scharager.

Billy Joel, que hizo famosa la canción New York State of Mind , nació, igual que los popes de la moda Calvin Klein y Ralph Lauren, en el Bronx, donde queda el estadio de los New York Yankees, el Boca del béisbol.

En Queens, donde está el mayor conglomerado de inmigrantes argentinos (hay panaderías y carnicerías a nuestro estilo), Guillermo Vilas ganó en Forest Hill el Abierto de Estados Unidos, cerca de la casa de Sam Gleizer, quien me enseñó a conocer y querer Nueva York, y donde compartí una noche con Osvaldo Pugliese y Lalo Schifrin.

Y hay más. Con tomar el ferry gratuito a Staten Island (el mejor tour que conozco) se llega a la casa donde vivió Giuseppe Garibaldi y su compatriota Antonio Meucci, al que Estados Unidos reconoció en 2002 como inventor del teléfono (en 1871) aunque lo hubiera patentado Alexander Graham Bell. También queda allí el extraordinario Museo Tibetano.

La rutina del cambio permanente
Esta colosal ciudad suma 800 km2, cuatro veces la superficie de nuestra Capital Federal, con 10 millones de habitantes, algo así como el Gran Buenos Aires.

Por último, tenemos que incluir Manhattan, el distrito más pequeño e importante con sus 62 km2, poco más de tres veces la extensión de Palermo y apenas la mitad de la extensión de Disney World en Orlando. Aquí el cambio es la única rutina y basta mirar este suplemento para sentir la gran tentación de sus múltiples atractivos.

Doy fe. No tienen el catastro por barrios, sino que se manejan con los puntos cardinales con el Uptown al Norte y Downtown al Sur, entre el East River al Este y el Hudson al Oeste. El dato es útil a la hora de elegir un mirador para la foto de recuerdo porque por la mañana tenemos los rascacielos de Wall Street en primer plano desde el Promenade de Brooklyn a metros de la salida de la estación Clark (línea IRT Broadway, conocida como Seventh avenue Line. Y por la tarde desde New Jersey en Hoboken (tierra de Frank Sinatra) el skyline opuesto a través de los ferry de Water Way. El nuevo servicio de Water Taxi, estilo Miami, también ofrece miradores sorprendentes desde el agua.

Cerca de Bloomingdale s, parada de rigor a la hora de mirar vidrieras junto a la Quinta Avenida y Madison, está el alambre carril (aerial tram) a la Isla Roosevelt. Es un viaje corto que permite curiosear las terrazas del exclusivo Sutton Place, donde vive el secretario de las Naciones Unidas junto a ricos y famosos como los ex vecinos Marilyn y Arthur Miller. Es un paseo poco común, con supermercado para armar un picnic y hasta un faro. Se puede volver en el subte.

Ahora hay guías para recorrer las calles y tiendas transitadas por Carrie y sus amigas en Sex and the City, lo mismo que ocurrió con la serie de Jerry Seinfeld en los años noventa. En la comparación de vecindarios, de una a otra telecomedia, se demuestra en poco tiempo la velocidad de cambio. Lugares que fueron y ya no son. Y otros que surgen.

Hoy está de onda y compite con Nolita la llamada Alphabet City, la sucesión de avenidas A-B-C y D sobre el extremo del East Village, que antes nadie se animaba a pisar más allá de St. Mark s Place, donde se crió Astor Piazzolla. Y, del otro lado, sobre el Hudson continúa el flamante auge del Meatpacking, el Gansewoort Market (carnicerías mayoristas) Las cámaras frigoríficas se transformaron en discotecas de difícil acceso y tanto los bares marginales frecuentados en las borracheras de Jackson Pollock como el pionero bistro Florent figuran en la Guía Zagat.

Claudio Weissfeld
La Nación - Turismo
Fotos: AFP y AP-com

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